sábado, 24 de enero de 2015

Una botella a la deriva

 



   
 
Aquella mañana, Jorge Pérez perdió el trabajo. No recibió ninguna explicación, no hubo anestesia: de buenas a primeras, en un santiamén, fue echado de su empleo de muchos años en la refinería de petróleo.
Se echó a caminar. Caminó sin saber por qué, sin saber adónde, obedeciendo a sus piernas, que estaban más vivas que él. A la hora en que nada ni nadie hacen sombra en el mundo, las piernas lo fueron llevando a lo largo de la costa sur de Puerto Rosales.
En un recodo, vio una botella. Presa entre los juncos, la botella estaba cerrada con tapón y lacre. Parecía un regalo de Dios, para consuelo de su desdicha, pero Jorge la limpió de barro y descubrió que no estaba llena de vino, sino de papeles.
La dejó caer y siguió caminando.
A poco andar, volvió sobre sus pasos.
Rompió el pico de la botella contra una piedra y adentro encontró unos dibujos, algo borroneados por el agua que se había filtrado. Eran dibujos de soles y gaviotas, soles que volaban, gaviotas que brillaban. También había una carta, que había venido desde lejos, navegando por el mar, y estaba dirigida a quien encuentre este mensaje:
 
Hola soy Martín.
Yo tengo ocho años.
A mí me gustan los nioquis, los huebos fritos y el color berde.
A mí me gusta dibujar.
Yo busco un amigo por los caminos del agua.
 
Eduardo Galeano, en Bocas del tiempo
 
 
 
 

4 comentarios:

Amapola Azzul dijo...

Yo también busco el color berde, por favor que se ponga en contacto conmigo. Besos.

Rosa dijo...

Lo pediremos juntas y aparece seguro. Es un poco juguetón, pero siempre acude a la cita, y más con la inocencia que lo dice Martín...

Un beso, linda Amapola.

Que tengas buen lunes y buena semana.

Amapola Azzul dijo...

Berde esperanza, no hay otra...
Besos, linda.

Rosa dijo...

Berde, berde, claro que no hay otra...

Besos para ti, linda Amapola.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...