viernes, 31 de julio de 2009

Mafalda y la sopa



 




Joaquín Salvador Lavado, apodado 'Quino' desde pequeño para distinguirle de su tío Joaquín Tejón, también dibujante, nació el 17 de julio de 1932 en la ciudad argentina de Mendoza. Fue precisamente con su tío con quien descubre su vocación de dibujante a la edad de 3 años.






Conquistó la fama internacional gracias a la publicación -que comenzó el 29 de septiembre de 1964 en la revista argentina 'Primera Plana'- de la serie de historietas de esta niña espontánea y ocurrente llamada Mafalda. La primera tira de este cómic, tierno y contestatario, que refleja la vida de los adultos vista tras los ojos de unos niños, la realizó para un anuncio de electrodomésticos en el que al final no fue usada.

Después de 9 años, diez libros publicados y 1.918 tiras, Quino decidió dejar de dibujarla por dificultades creativas. Desde entonces ha continuado realizando historietas de humor ácido, en blanco y negro, sobre las relaciones de poder, las desigualdades sociales, en resumen, como él mismo reconoce “temas que no tienen nada de graciosos”.




Mafalda: Es una niña de unos 5 ó 6 años, precoz y comprometida. No se muerde la lengua para denunciar las injusticias. Preocupada por la paz y los derechos humanos, ama a los 'Beatles' y odia la sopa con todas sus fuerzas. 

Su comida preferida son los panqueques, que le gustan tanto que es capaz de comer un poco de sopa para poder comer este postre adorado por ella ((el panqueque es una especie de crêpe utilizado en las cocinas argentina, uruguaya y chilena para hacer preparaciones tanto dulces como saladas).
La sopa es en realidad una alegoría a los regímenes militares. Para Quino, "es la sopita que había que tragarse siempre".
Sin embargo, el tema de la sopa ha ido más lejos. Un estudio en América Latina entre niños de edades comprendidas entre los 7 y 11 mostraba la relación entre la lectura de las tiras de Mafalda y su gusto por la sopa, llegando a conclusiones sorprendentes: sólo un 4,2% de aquellos que leían siempre comics de Mafalda afirmaban que la sopa era su comida favorita, porcentaje que aumentaba a 28,6 entre los que los leían a menudo, a 47,9% los que lo hacían de vez en cuando y a 55% los que no los habían leído en el último año. 

Algunas de sus viñetas sobre la sopa:



 





Burocracia es la tortuga mascota de Mafalda y Guille, llamada así por la lentitud que tiene para todo. Al igual que Mafalda, odia la sopa, único motivo que en una tira la hizo correr muy rápido, no cabe duda de que su plato favorito consta de una buena hoja de lechuga. 








Mafalda critica al mundo pero tiene esperanzas de cambiarlo...







Vincent van Gogh y las naranjas





Bodegón con seis naranjas.Vincent van Gogh



Una receta fácil con naranjas, del programa "Menú", Canal Cocina, de Iñaki Oyarbide:

Ingredientes principales

4 naranjas
150 g de azúcar
150 g de nata azucarada
4 yemas de huevo
1 hoja de gelatina


Preparación de la receta

Para preparar la receta de naranjas a la gelatina

Poner a remojo la gelatina.- Cortar un casquete a cada naranja y retirarles la pulpa, con cuidado de no dañar la corteza.- Triturar esta pulpa junto con el azúcar y las yemas.- Añadirle la hoja de gelatina.- Poner todo en un cazo a cocer, removiendo hasta que espese.- Retirar del fuego, dejar enfriar y, cuando haya enfriado, mezclarlo con la nata.- Llenar las naranjas con esta mezcla y meter en el frigorífico dos horas antes de servirse.






sábado, 25 de julio de 2009

Vincent van Gogh feliz: "El niño de la naranja"




El niño de la naranja. Vincent van Gogh


"El niño de la naranja" es un alegre retrato infantil pintado por van Gogh en junio de 1890.

Antes de caer en la depresión que le abocaría al suicidio en julio de 1890, Vincent van Gogh atravesó un intenso periodo creativo que le llevó a pintar 80 cuadros en 70 días. Uno de éstos fue esta hermosa obra. Se trata de uno de los pocos retratos infantiles ejecutados por el artista, inspirado tras visitar en París a su sobrino Vincent, hijo de su hermano Theo.

Lo primero que salta a la vista al contemplar El niño de la naranja es la placidez del momento captado. Al contrario que otros cuadros de Van Gogh, como los que pintaría poco después, con sus trigales tormentosos y bandadas de cuervos a la fuga, éste provoca la sonrisa del espectador. El pequeño retratado coge la fruta como si fuera un sabroso juguete. En aquella época, tanto los niños como las niñas llevaban vestidos durante sus primeros años, por lo que, aunque El niño de la naranja parezca un retrato femenino, se trata de Raoul Levert, el hijo de dos años de Vincent Levert, el carpintero del pueblo de Auvers-sur-Oise. Dicho artesano se hizo amigo del pintor y le proporcionó marcos para sus telas durante la temporada que pasó en un albergue local.

Van Gogh llegó a Auvers recién salido del sanatorio para enfermos mentales de Saint Rémy, cerca de Arlés. Antes de alquilar una habitación en el establecimiento de la familia Ravoux, pasó por París para ver a su sobrino y tocayo, Vincent. Era el hijo de su hermano, Theo, y de su cuñada, Johanna, y es posible que la ternura de la inocencia infantil le sirviera temporalmente de bálsamo. El encanto pintoresco de Auvers y el placer que el dio ver a su sobrino resultaron ser el catalizador de una extraordinaria energía artística en las últimas semanas de su vida.
En los setenta días que Van Gogh vivió en el ático de una hostería en Auvers, pintó más de 80 obras, a razón de más de un cuadro al día. El propio artista desveló a su otra hermana, Guillermina, en una de sus múltiples cartas llenas de dibujos, que "el retrato moderno constituía la auténtica pasión de su oficio". Para estar completo, a este vistazo de la serenidad mostrada por el pintor en su corta estancia parisiense le faltaría la mirada de la madre del pequeño Vincent. Sorprendida por el buen humor de su cuñado, Johanna escribió a su vez que encontró a un hombre renovado en la estación de ferrocarril parisiense: 
"Tenía buen color y un aspecto excelente y sano. Vino con un nido de pájaros para el niño e insistió en llevarle en brazos todo el tiempo", recordó.
Acabó convencido de que vivir en París perjudicaba la salud de su sobrino, por lo que retrató a estos niños con el campo como fondo y con mejillas sonrosadas, como testimonio de los beneficios de la vida en el medio rural.

El cuadro fue comprado en 1916 por los suizos Arthur y Hedy Hahnloser, quienes formaron una importante colección de pintura impresionista y post-impresionista a comienzos del siglo XX en Suiza.
Sus descendientes se desprendieron, después de 90 años, de la pintura para destinar el dinero a instituciones caritativas orientadas a los jóvenes y a la educación. Un buen destino. Salió a subasta por 20 millones de dólares.
 




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