miércoles, 29 de febrero de 2012

Ainola, Aino y Jan Sibelius





El compositor finlandés de música sinfónica Johan Julius Christian Sibelius, fue uno de los más importantes del siglo XX. Nació el 8 de diciembre de 1865 en Hämeenlinna (Imperio ruso, actual Finlandia) y falleció el 20 de septiembre de 1957 en Järvenpää, Finlandia.
Jan creció huérfano pues su padre, médico ginecólogo, murió contagiado de tifus por un paciente cuando el niño apenas tenía dos años de edad.
 

 Un hecho fundamental en su vida:

Sibelius contrajo matrimonio con Aino Järnefelt en Maxmo el 10 de junio de 1892. En principio les separaban las diferencias sociales, ella era hija del general  Aleksander Järnefelt, y Jan, en aquellos momentos, sólo era un músico prometedor.


 
Lago Tuusula, cerca de Ainola


Aino decidió adquirir una casa de campo en el bosque de Järvenpää, y así alejar al compositor de la vida urbana de Helsinki. En septiembre de 1904, Sibelius se trasladó junto a su mujer y sus cuatro hijas (nacerían dos más) a la nueva vivienda, llamada Ainola en honor a su esposa, en la que residió durante el resto de su vida.

 
Ainola


En Ainola encontró el sosiego. Gran parte de sus obras maestras fueron fruto de la reflexión en torno a los bellos paisajes y a la tranquilidad de su hogar.

Buena parte de la inspiración le venía de sus largos paseos por el jardín y por la orilla del lago Tuusula, entre árboles susurrantes y el canto de los cisnes, en la más absoluta tranquilidad, bajo la atenta mirada de los bosques.
 
Con un violín bajo el brazo vagabundeaba por los bosques; se detenía de pronto y, subiéndose a una roca, tocaba con el corazón henchido de gozo. Decía:
   
 “Toco para devolver a los árboles y a los pájaros lo que ellos me han dado”
 
Las largas noches nevadas, el vuelo del cisne y de la grulla, los bosques de abedules y pinos, todo nos habla de Finlandia pero, sobre todo, es muestra del apasionado amor que el compositor tuvo siempre por la libertad. Ofreció al mundo el agua pura y cristalina de los lagos finlandeses, de la naturaleza libre e inmaculada del gran país que le vio nacer. "Otros compositores hacen una mezcla de muchos colores", solía decir,
 
 "Yo doy al mundo agua pura".
 


Cocina de Ainola


Una visita a la casa de Aino muestra que Jan heredó de su padre la austeridad que siempre le distinguió.



Comedor y chimenea verde de Ainola

 
Fue construida por el famoso arquitecto finlandés Lars Sonck.
Sibelius le hizo dos peticiones: que  la ventana de su estudio tuviera vistas al lago Tuusula, y una chimenea de color verde en el comedor. Ambas peticiones fueron atendidas.
Hoy, la sencilla casa de madera, convertida en Monumento Nacional, es lugar de peregrinaje para los amantes de la música; visita obligada para comprender mejor la música de este hombre que ya con cinco años tocaba el piano y componía.
Aino y Jan Sibelius permanecieron juntos durante 65 años. Cuando Aino cumplió los 75 años, Sibelius le dijo en la fiesta de su cumpleaños:
 
 "Tú podrías haber hallado mayor felicidad con otro; yo, nunca".

Diez años más tarde, desobedecíendo las órdenes de los médicos, Jan subió la escalera hasta la habitación de Aino y, ofreciéndole un gran ramo de rosas, le dijo:
 
 "He venido a declararme por segunda vez".

Jan falleció el 20 de septiembre de 1957 en Järvenpää, en cuyo jardín está sepultado. Aino vivió allí los siguientes doce años, hasta su muerte el 8 de junio de 1969, y fue sepultada junto a su esposo.
Erik Tawastjerna, reconocido investigador de Sibelius,  relata una cariñosa anécdota recordando su muerte:
 
Retornaba de su acostumbrada caminata matutina. Exaltado, contó a su esposa Aino que había visto una bandada de grullas acercándose:
 «Aquí vienen, las aves de mi juventud», exclamó. De repente, uno de los pájaros abandonó la formación y voló en círculos sobre Ainola. Luego volvió a la bandada para continuar su camino. Dos días después Sibelius murió de una hemorragia cerebral”.
 

La misma Aino dejó escrita esta hermosa declaración de amor:
 
"Estoy feliz porque he sido capaz de vivir a su lado. Siento que no he vivido en vano. No digo que siempre haya sido fácil - una ha tenido que reprimir y controlar los propios deseos - pero soy muy feliz. Yo bendigo mi destino y lo veo como un regalo del cielo. Para mí la música de mi marido es la palabra de Dios, su fuente es noble, y es maravilloso vivir cerca de tal fuente".

  

Dos de sus composiciones más bellas.

Entre las Canciones de su opus 37, se encuentra “Var det en dröm?” (¿Fue un sueño?), una de las piezas vocales más famosas de Sibelius. Fue compuesta sobre un texto del poeta Josef Julius Wecksell, posiblemente el más importante escritor romántico finlandés en lengua sueca.
El compositor la dedicó a la soprano finlandesa Ida Ekman.
Cuando Sibelius entregó a Ekman el manuscrito de esta composición, le dijo:
 
 “aquí tiene mi canción más bella”



 
Var det en drom? (Was it a dream?) , Op.37, No.4


¿Fue un sueño que en una ocasión
yo era el verdadero amor de tu corazón?
Lo recuerdo como una canción callada
cuyo sonido aún continúa resonando.

Recuerdo una rosa silvestre que me regalaste,
una mirada tan tímida y tierna.
Recuerdo una brillante lágrima cuando nos separamos.
¿Todo fue un sueño?

Un sueño tan breve como la vida de una flor
en una verde pradera en primavera,
cuya belleza pronto se marchita
ante una multitud de flores nuevas.
Pero muchas noches escucho una voz
a través del torrente de mis lágrimas amargas:
Esconde este recuerdo en lo más profundo de tu corazón,
porque fue tu mejor sueño.



¿Puede un vals ser triste?

 Un aire profundamente melancólico, que evoca la muerte, una muerte plácida...
El Vals Triste de Sibelius, la belleza teñida de tristeza... dirigido por Herbert von Karajan.











jueves, 16 de febrero de 2012

El cocido de Lhardy





"... A través del espejo de Lhardy‚ nos esfumamos en la eternidad‚ entramos y salimos del más allá..."
"No podemos concebir Madrid sin Lhardy".

Azorín

 Lhardy es el primer restaurante español creado tal y como hoy lo entendemos.

Nació en 1839, de una sugerencia de Próspero Mérimée a su buen amigo Emilio Huguenin Lhardy, «porque estaba harto de no encontrar un sitio donde comer en Madrid sin ponerse perdido».
 
Emilio Lhardy introdujo en Madrid las novedades gastronómicas que deleitaron a la aristocracia romántica. Periódicamente enviaba a Paris a los cocineros y reposteros de la casa para que aprendiesen nuevas recetas de cocina, así como usos y costumbres de la Europa decimonónica de vanguardia. De este modo, se conoció la salsa del aristócrata y gran gourmet Louis Bechamel, los soufflés y el vol-au-vent, los brioches y hasta los croissant. También el popular cocido alcanzó la clase de sus salones, al tiempo que los callos a la madrileña dejaban de ser exclusivos de las clases modestas gracias al toque de distinción de Lhardy.

Parafraseando a Benito Pérez Galdós:
 
 "Lhardy vino a Madrid a poner corbata blanca a los bollos de tahona". 

En su carta se encuentran platos de la cocina internacional, como el faisán al zumo de uvas, la perdiz estofada con cebollitas francesas, el gamo a la austriaca y un Soufflé de postre. Pero, sin duda, la especialidad son los mencionados callos y el cocido a la madrileña.
A la muerte de Emilio Lhardy (cuyas cronológicas llenaron periódicos), el restaurante pasa a manos de su hijo Agustín (educado en Francia en la repostería y excelente relaciones públicas). Es él quien introduce el cocido en la carta. Se le llamó Isabelino, porque se servía en bandejas de plata (en lugar de barro). 
 


Este cocido  se presenta en dos vuelcos. Primero la sopa, perfectamente desengrasada, con sabor a carnes, legumbres y hortalizas. Y, después, los garbanzos con repollo y patata, además de gallina, pollo, falda y morcillo de vaca, tocino, punta de jamón, chorizo, salchicha trufada, morcilla y el clásico relleno. Conjunto que se adereza con aceite de oliva o salsa de tomate.




Escritores, políticos, banqueros, aristócratas, periodistas, hombres de ciencia y de toda  actividad, se dieron cita en Lhardy; por ello, es también el restaurante más veces mencionado en la literatura española. 
 
Como dijo Azorín:
 
“No podemos concebir Madrid sin Lhardy”.  

También en el Parlamento, bien para criticar, pues, sobre lo que se decía en las Cortes se especulaba en las comidas de Lhardy, bien porque los almuerzos de Lhardy sirvieron para intrigas parlamentarias. El propio Manuel Azaña, ante lo que Emilio Iglesias llamó «pacto de Lhardy», manifestó en el hemiciclo: «Las comidas de Lhardy siempre han sido famosas». Wenceslao Fernández Flórez, cronista parlamentario de ABC y habitual en el establecimiento, lo tiene recogido en su Diario de Acotaciones de las Cortes.
Pero ya mucho antes, otro de los clientes distinguidos de la primera época del restaurante, el general Prim, usó su nombre para la sublevación militar de 1866. «Manolo, vámonos que nos aguardan en Lhardy», fue la consigna al insurrecto general Pavía para iniciar la operación que, fracasada, le obligaría al exilio.
 


Son famosos también su Consomé Lhardy (apodado caldito,  y que uno mismo puede servirse desde el antiguo grifo -tipo samovar- habilitado con sus tacitas), los callos a la madrileña, o las croquetas que Alfonso XII se escapaba a comer (y que habitualmente se toman en la barra), así como sus esponjosísimos hojaldres. 

 
  

 Y en el turno de los postres: un Biscuit Glacé de vainilla, una Mousse de chocolate y trufas, Tocino de cielo, y su imprescindible Souflé sorpresa. 

Y es que :
 
"Lhardy ocupa el primer lugar en las artes de comer fino".

Benito Pérez Galdós
 


La receta del souflé sorpresa:

Ingredientes

 
Bizcocho 100 g., helado de vainilla 500g (Biscuit Glacé), claras de huevo 6 u, azúcar grano 200g, almíbar 200g, ron para calar el bizcocho.
 

    Preparación

· Se coloca el bizcocho en una fuente, se remoja con almíbar y ron y se coloca el biscuit encima.
· Se montan las claras a punto de nieve; cuando estén muy duras, se les añade el azúcar. Se cubre el helado con las claras batidas,
· Finalmente, se lustra con azúcar glas y se introduce a dorar en el horno algo menos de 5 minutos, para que el helado continúe frio y el azúcar se convierta en caramelo.

El biscuit glacée vainilla se elabora con 24 horas de antelación.
 


Salón isabelino


Lhardy fue pionero en muchas cosas; por ejemplo, en que pudieran acudir las señoras solas porque no estaba mal visto. Primero vinieron en coches de caballos hasta la puerta; los dependientes les sacaban la copita de jerez al coche; después se fueron animando y entrando.




El salón japonés es el que más secretos esconde: conspiraciones políticas, pactos, discusiones parlamentarias. Según se cuenta, fue allí donde se decidió el nombramiento de Alcalá Zamora para la presidencia de la República, y era el rincón preferido de Primo de Rivera para celebrar sus consejos de ministros. También de Isabel II (donde se reunía con sus damas para comer cocido madrileño).
 
Costumbres que hoy día nos parecen cotidianas, no se conocían en el Madrid de aquellos años, hasta que Lhardy las introdujo: el precio fijo en un menú, las minutas por escrito o las mesas separadas, fueron varias de las innovaciones que comenzaron con él.


La Carta

Entradas
Ensalada especial Lhardy
Croquetas de cocido
Pimientos del piquillo rellenos de marisco
Huevos estrellados con ibéricos
1/2 ración de callos a la madrileña
Setas con langostinos

Caldos y cremas Consomé Lhardy
Sopa marinera al Pernod

Pescados
Rodaballo con hongos de temporada
Chipirones Lhardy

Carnes y caza
Entrecôte a la Maître de Hotel
Pato silvestre al perfume de naranja
Corzo a la austriaca
Perdiz estofada con cebollitas francesas

Especialidades históricas
Callos a la madrileña
Cocido – Lhardy

Postres
Tarta de queso con arándanos
Tocino de cielo
Mousse de chocolate y trufa
Soufflé sorpresa Lhardy
Biscuit glacê con salsa de chocolate caliente
Macedonia de frutas
Torrijas a la madrileña

Vino tinto D.O. Madrid El Rincón
Vino blanco D.O. Rueda Palacio de Bornos Verdejo

 

Todo sobre el Restaurante Lhardy





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