Si existen los ángeles no creo que lean nuestras novelas sobre ilusiones perdidas.
Me temo -por desgracia- que tampoco nuestros versos quejándonos del mundo.
Los espasmos y los gritos de nuestras obras teatrales deben -sospecho- impacientarlos.
Al fin de su jornada angelical, o sea inhumana, ven sobre todo nuestras comedias de la época del cine mudo.
Más que a los lamentadores, rasgadores de vestiduras, y rechinadores de dientes, valoran -según creo- a ese infeliz que agarra de la peluca al que se ahoga o que por hambre se deleita con sus propias agujetas.
De la cintura hacia arriba, pechera y aspiraciones, más abajo, un ratón aterrado en las piernas del pantalón. Eso sí que debe hacerles mucha gracia.
En una persecución en círculo el que persigue se convierte en perseguido. La luz en el túnel resulta ser el ojo de un tigre. Cien catástrofes son cien graciosas cabriolas al borde de cien precipicios.
Si existen los ángeles . debería -espero- llegar a convencerlos esa hilaridad que se alimenta del espanto, sin siquiera gritar ¡socorro!, porque todo sucede en silencio.
Me atrevo a suponer que aplauden con las alas y de sus ojos brotan lágrimas cuando menos de risa.
Wislawa Szymborska,Fin y principio, traducción de Gerardo Beltrán