jueves, 2 de abril de 2015

Una entrevista

 

 

 
 
Christian Bobin vive en La Bourgogne, en pleno campo. Es una elección vital en la que habita la calma. No tiene miedo a la soledad. Todo lo contrario, dice que es “una gracia”.
Lo que más llama la atención es la calma. Casi se escucha cómo pasa el tiempo. Bobin es un solitario afortunado. También es creyente, con un sentido de la fe muy personal.
 
La fe, para mí, es la vida en su plenitud de intensidad. No es un asunto de visionarios, ni de un aparato burocrático, ni de un administrador ricamente adornado, como los pájaros del paraíso que son los cardenales o los Papas. No es eso, no es eso. La fe es simplemente tocar durante un momento lo más ardiente de esta vida. Es la cumbre de la experiencia humana. Es lo más denso de la experiencia humana. Es cuando comprendemos esta densidad, cuando sabemos que hay algo que no se destruye jamás. Ni tan siquiera en las peores condiciones, algo que no desaparecerá jamás.
La amnesia, por ejemplo, carcome todo y te separa de todo. La fe es como una fiesta infantil, es estar atento solamente a lo viviente. No consiste en recitar un dogma, ni un banco en el cielo, donde los banqueros van de vez en cuando a contarnos cuentos.
 
¿Acaso las instituciones han infantilizado la necesidad de la Fe?
 
La Biblia es algo muy simple. Es un bolígrafo, es un granero lleno de todo el trigo de la experiencia humana. Consta de lo más puro de todo lo humano: celos, esperanzas, miedos y alegrías. Lo más puro de la experiencia milenaria de los hombres ha sido recogida en este libro. Es sólo eso. Pero ha hecho falta que se nos transmita lo mejor de este libro; son hombres los que lo transmiten. Es una institución la que lo transmite. A veces las instituciones se olvidan para qué sirven y quieren únicamente durar o sobrevivir. Confunden la eternidad de lo que dicen con la eternidad que quisieran tener para ellas. Creo que es simplemente eso. Para decirlo muy sencillamente, no conozco palabras más fraternales, más ardientes, concretas y terrestres que las de Cristo y me han llegado porque se han transmitido de mano en mano. Porque se plasmaron en un libro treinta años después de su muerte, y después éste libro se ha transmitido de mano en mano. En este libro hay huellas de dedos. Las instituciones son solamente la huella de los dedos en un libro donde se halla lo más puro de la experiencia de cada uno, de cada hombre.
 
No podemos olvidar la esperanza o la fe, hay que oír el ruido de las cosas. Eso es lo que necesitamos en nuestro tiempo, oír el ruido del origen de las almas: una palabra sobre la que se ha reflexionado, un silencio que va a cortar la palabra de aquél que busca la verdad, un gesto de caridad inútil, maravillosamente inútil… Estas son las cosas que pueden desaparecer, y para mí, pertenecen al orden de la fe, es un universo que está un poco más arriba que el nuestro.

Christian Bobin
Entrevista para “Second Regard” de la Télévision du Canada.
Traducción: Teresa Campoamor




 

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