Dios que ha entrado
en la historia del hombre
no sólo con las palabras,
sino encarnándose.
El canto de los ángeles, William-Adolphe Bouguereau
Giuseppe Verdi, La Fuerza del Destino (...). En sus obras impresiona siempre cómo supo captar y esbozar musicalmente las situaciones de la vida, sobre todo los dramas del alma humana, de una manera tan inmediata, incisiva y esencial que raramente se encuentra en el panorama musical. Es un destino siempre trágico el de los personajes verdianos, del que no escapan los protagonistas de La Fuerza del Destino: la Sinfonía que hemos escuchado, desde los primeros compases, nos lo ha hecho percibir. Pero afrontando el tema del destino, Verdi afronta directamente el tema religioso, confrontándose con Dios, con la fe, con la Iglesia; y emerge de nuevo el alma de este músico, su inquietud, su búsqueda religiosa. En La Fuerza del Destino no sólo una de las arias más famosas, «La Virgen de los Ángeles», es una pesarosa oración, sino que hallamos también dos historias de conversión y de acercamiento a Dios: la de Leonora, que reconoce dramáticamente sus culpas y decide retirarse a una vida eremítica, y la de don Álvaro, que lucha entre el mundo y una vida en soledad con Dios. Es interesante notar cómo en las dos versiones de esta obra, la de 1862 para San Petersburgo y la de 1869 para La Scala de Milán, los finales cambian: en la primera don Álvaro termina la vida suicida, rechazando el hábito religioso e invocando el infierno; en la segunda, en cambio, acoge las palabras del padre guardián de que confíe en el perdón de Dios y la obra termina con las palabras «Subida a Dios».
Aquí está dibujado el drama de la existencia humana, marcada por un trágico destino y por la nostalgia de Dios, de su misericordia y de su amor, que ofrecen luz, sentido y esperanza también en la oscuridad. La fe nos ofrece esta perspectiva que no es ilusoria, sino real; como afirma san Pablo, «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8, 38-39). Esta es la fuerza del cristiano, que nace de la muerte y resurrección de Cristo, del acto supremo de un Dios que ha entrado en la historia del hombre no sólo con las palabras, sino encarnándose.
4 comentarios:
Rosa. Aparte de creyente y sensibke eres muy culta.
Besos.
Bonita música.
Te parecerà raro que lo diga, creo que los àngeles a veces pisan la tierra.
Felices Fiestas linda flor.
Claro que pisan la Tierra, conozco a una linda flor azzul que es un ángel.
Es todo corazón.
¡Un beso, linda flor!!!
Excelso.
Me alegro de que te guste :)
Un beso, Ilduara.
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