martes, 24 de julio de 2012

Joaquín Sorolla, el pintor de la luz I




 Autorretrato


Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia 1863 - Cercedilla 1923) fue un pintor español del impresionismo. Si bien nació cuando el movimiento en Francia estaba ya en pleno apogeo, reúne todas sus características: gusto por el aire libre, búsqueda de lo momentáneo y fugaz, captación de los efectos de la luz, ausencia del negro y de los contornos, y pinceladas yuxtapuestas e independientes.

Cuando apenas contaba con dos años de edad, fallecieron sus padres. Al quedar huérfanos fueron acogidos, su hermana Concha y él, por su tía Isabel, hermana de su madre, y su marido, de profesión cerrajero. Pasados los años, su tío intentó enseñarle, en vano, el oficio de la cerrajería, advirtiendo pronto que su verdadera vocación era la pintura.

Comienza sus estudios de dibujo entre 1876 y 1878 en la Escuela de Artesanos de Valencia.
A los quince años, entre 1878 y 1881, ingresaba en la Academia Provincial de Bellas Artes de San Carlos, donde estudió junto a los pintores Manuel Matoses, Benlliure o Guadalajara. Sus progresos fueron rapidísimos.

Su tío procuró atender todos los gastos de su educación artística, pero eran superiores a sus recursos económicos, y Sorolla, en la niñez aún, tuvo que pensar en pintar para vender y ayudarse en los gastos de sus estudios de arte.


Clotilde y Sorolla, 1906


Un día, vendió a un pequeño negociante de antigüedades un bodegón por la suma de 100 reales, mitad cobrados en metálico y mitad en trastos viejos. Pocos días después, un fotógrafo de Valencia, persona de gran temperamento artístico y de los primeros que en España supieron llevar la fotografía por la senda del arte, vio en casa del comerciante de antigüedades el cuadrito de Sorolla; admiró la excelencia con que estaba pintado, lo compró en unos cuantos duros, se enteró de quién era el muchacho autor de la obra y, al saber sus condiciones de vida, le tomó bajo su protección. Fue Antonio García un nuevo padre para Sorolla, quien no tuvo que preocuparse en obtener con su paleta recursos económicos para atender a sus estudios. Entró a trabajar en el estudio de fotografía y allí conoció a una hija del fotógrafo, Clotilde García del Castillo. Los dos eran adolescentes y desde entonces no se separaron.

Al acabar su formación, comenzó a enviar sus obras a concursos provinciales y exposiciones nacionales de bellas artes que pasaron inadvertidas, pues no encajaban con la pintura oficial, de temática histórica y dramática.
En 1881, visitó el Museo de El Prado y se sintió fascinado por la pintura de El Greco, Ribera y Velázquez. Comienza así su "etapa realista".
Por fin, en 1883, consiguió una medalla en la Exposición Regional de Valencia, y en 1884 alcanzó la gloria al conseguir la Medalla de Segunda Clase en la Exposición Nacional, gracias a su obra Defensa del Parque de Artillería de Monteleón, obra melodramática y oscura, realizada expresamente para la exposición. Tal y como le dijo a un colega suyo:

 “Aquí, para darse a conocer y ganar medallas, hay que hacer muertos”.



Café de París, 1881


Consigue por oposición la plaza de pensionado en la Academia Española en Roma y, una vez instalado, pasa unos meses en París, en 1885, conociendo de cerca la pintura impresionista, que produjo en él variaciones en su temática y estilo. Toma así contacto con las vanguardias europeas, destacando el impacto que le producen las obras de los pintores John Singer Sargent, Giovanni Boldini y Anders Leonard Zorn.


Clotilde en la ventana, 1888


Pintarte y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?

Con esta frase, escrita en una carta, resumía Sorolla el amor que sentía por su esposa Clotilde.



Clotilde en el estudio, 1890



Clotilde en la playa, 1904
  


Mi mujer y mis hijos, 1897-1898


En 1888, con algo más de 25 años, Sorolla se casa en Valencia con Clotilde García, después de un largo noviazgo.

Clotilde lo fue todo para el pintor: su esposa, su musa, su modelo favorita, la madre de sus tres hijos y hasta su minuciosa contable (Sorolla le llamaba "mi ministro de hacienda"). Con ella encontró la paz y la estabilidad que su ánimo necesitaba. Vivirán un año más en Italia, esta vez en Asís, donde pinta un buen número de acuarelas, con cuya venta atendía a su sostenimiento. 
   


Almendros de Asís


Finalizado su periodo de formación, Joaquín y su mujer se instalan en Madrid en 1889.



La madre, 1895, Museo Sorolla


En 1889 nace su hija María, en 1892 su hijo Joaquín y en 1895 su hija Elena.

En 1894 viajó de nuevo a París, donde desarrolló un estilo pictórico denominado "luminismo", debido a la extraordinaria presencia de la potente luz mediterránea en sus obras y que sería característico  a partir de entonces. Además, siguió con su pintura de denuncia social que tantos éxitos le había reportado en los últimos años, con obras como Y aún dicen que el pescado es caro (1895).

Tras muchos viajes por Europa, celebró una exposición en París con más de medio millar de obras, que le dio un reconocimiento internacional inusitado, conociéndose  por toda Europa y América. Expuso en Nueva York en 1909 y cosechó un éxito sin precedentes.

En noviembre de ese mismo año, firmó un encargo para la Hispanic Society of America por el que realizaría catorce murales que decorarían las salas de la institución: se conocen como Visión de España. Con esta obra realizada entre 1913 y 1919, de tres metros y medio de alto por setenta metros de largo, alzó un imborrable monumento a España, pues en ella se representaban escenas características de diversas provincias tanto españolas como portuguesas. Necesitó de casi todo el año de 1912 para viajar por todo el país, realizando bocetos y trabajos de costumbres y paisajes.




Retrato de la señora Pérez de Ayala


Pintando este retrato en el jardín de su casa, Sorolla sufre un ataque de hemiplejía que le deja invalidado para los pinceles. Ocurrió un 17 de junio de 1920. Por ello, la obra está sin concluir, ya que el artista no puede volver a pintar. El marido de esta señora, Ramón Pérez de Ayala, nos ha dejado testimonio escrito de este hecho.

Murió en su casa de Cercedilla el 10 de agosto de 1923. Nueve años después, su casa de Madrid fue reabierta como Museo Sorolla.




Detalle de los jardines de la casa




 Cocina y taller del pintor



Clotilde García del Castillo legó al Estado la casa familiar y sus colecciones para hacer un museo en memoria de su marido, el actual Museo Sorolla.
Una historia ejemplar de generosidad en el caso de Clotilde.

Pero además, es una historia de amor: el de Sorolla hacia su mujer (fue su modelo predilecta. Posaba continuamente para él), que se prodiga y se manifiesta en los incontables retratos y dibujos donde constantemente la representa, como digna y elegante esposa en importantes retratos, o como compañera, como musa y madre, en apuntes, esbozos y dibujos que la captan en la intimidad de la casa, en los gestos espontáneos del juego con los niños, los trabajos rutinarios de costura o los ratos distraídos de lectura; y en las cartas asiduas, cariñosas y llenas de humor, y a veces profundas, reflexivas o melancólicas que le escribía cada día que pasaba separado de ella:
"Ando cojo, me falta tu sereno juicio y tus apasionados besos. Dios quiera que algún día estas excursiones artísticas las hagamos siempre juntos".
Esta confesión forma parte de las misivas que Joaquín Sorolla le enviaba a su mujer y musa.

Y el de Clotilde hacia Joaquín, expresado no sólo en el gesto final del legado, sino en el cuidado que puso, desde el primer momento de su relación y hasta su muerte, en guardar los testimonios de su vida común y del trabajo de Sorolla: todas aquellas cartas, las fotos, las listas de los cuadros que se enviaban a las exposiciones, las cuentas, que forman parte importante de las colecciones del museo, y nos permiten hoy conocer el entramado de la vida cotidiana de Joaquín Sorolla y la sólida tierra que sostuvo su fulgurante carrera.

"Ella era su administradora, era muy organizada y muy práctica. Siempre le apoyaba y jamás le abrumaba con sus peticiones", explica Consuelo Luca de Tena, conservadora jefe del Museo Sorolla.



El rosal amarillo, Museo Sorolla


La pintura del cuadro -según su hijo Joaquín- es el rosal que plantó el propio Sorolla en su jardín, y tiene una emotiva historia: enfermó el rosal al fallecer el pintor y al morir Clotilde el rosal se marchitó.


Elena entre rosas, Museo Sorolla


Uno de los temas más recurrentes en el artista fue el jardín de su casa del paseo del General Martínez Campos, actual Museo en Madrid. Construido siguiendo sus propios deseos y diseño, este jardín rodeaba la amplia casa a la que se trasladó con su familia en 1911, cuando su reputación como pintor se hallaba en su máximo cenit.

Son su descanso las adelfas, alhelíes, rosales amarillos, entremezclados con pequeñas estatuas clásicas: columnas, azulejos de colores, tinajas y tiestos de barro. Para su construcción se había inspirado en los jardines del Alcázar de Sevilla y la Alhambra granadina.

La temática de Sorolla es variada, pero dos temas son también muy reiterativos, a parte de su familia: las playas y las costumbres y los trajes populares.

Os muestro aquellas obras que guardan relación con las costumbres y los alimentos característicos de su tierra valenciana y de otras zonas de España.

La muestra está ordenada cronológicamente y recoge "la transición de un pobre pintor que llegó a Madrid y que se abrió camino hasta ser el favorito de Alfonso XIII", como señaló el nieto del pintor.



Bodegón, 1878

  

El naranjero, 1891, Colección particular


Desde finales de 1888 a principios de 1889,  Sorolla se dedicará fundamentalmente a pintar "cuadros de género". Son temas compuestos de forma artificiosa, con una ejecución minuciosa y fina que será la antítesis de lo que caracterizará el temperamento del Sorolla maduro.

El naranjero forma parte de una serie de óleos y acuarelas con temas costumbristas valencianos; son cuadros destinados para la venta, pero con menor calidad en su ejecución. Concretamente éste lo pinta durante una corta temporada que pasa en Valencia, a su vuelta como pensionado, cuando se establece en la casa de los padres de Clotilde y en "el campet ", el huerto de naranjos que su familia política tenía a las afueras de la ciudad.

Sorolla quedó cautivado por el colorido de la naranja, que dibujaba como un elemento más de sus composiciones. La naranja simbolizaba la sensualidad mediterránea.



La lechera, 1890

   

Mondando patatas, 1891


Aunque la obra está fechada en 1891, se cree que es posterior, dadas las características.



Aún dicen que el pescado es caro, 1894, Museo del Prado


La escasez económica de sus primeros años y el rápido deseo de triunfo, provocan que se adapte a lo exigido en el mundo académico para conseguir dinero y fama. Por esto, Sorolla va a realizar sus primeras obras dentro del realismo social, que tanto gustaba a los críticos españoles en aquellos momentos. Con Aún dicen que el pescado es caro, como ya vimos, obtuvo una Medalla de Primera Clase en la Exposición Nacional de 1895. El cuadro fue adquirido por el Estado y se exhibe en el Museo del Prado.

A pesar de plasmar una temática social, Sorolla alude a uno de sus temas favoritos: los pescadores de su tierra natal, Valencia, que más tarde pintará en diferentes faenas cotidianas. Ahora, nos pone de manifiesto lo peligroso de la pesca, motivo del título de la obra.

La preocupación por la crítica social, no significa que el pintor olvide los efectos lumínicos, con importantes contrastes entre luz y sombra, aunque no muy violentos. 

La conjugación de la pintura de realismo social con la luz valenciana, hace de ésta una de las mejores obras del artista.



Pescadores valencianos, 1895



Cosiendo la vela, 1896
Museo de Arte Moderno Ca´Pesaro, Venecia


Bajo el emparrado del jardincillo de una casa de pescadores del Cabañal, la luz solar del Mediterráneo se refleja sobre la lona en llamas blancas. A la derecha del cuadro, varias jóvenes  cosen la vela; a la izquierda, un pescador, con su gran sombrero de paja, la sostiene; al fondo, otra mujer, sentada en tierra, cose también, y un anciano pescador examina lo realizado.
Tanto la lona como las pilastras del emparrado, los muros del fondo, la tierra y el verde exaltado, reflejan una luz que inunda el ambiente, convirtiendo este sencillo patio en un marco de gran belleza y profundidad, con dominio de la luz y del color, como sólo él sabía.

Sorolla la presentó en varios certámenes: obtuvo primera Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Múnich de 1897, Gran medalla del Estado en la Exposición Internacional de Viena de 1898 y, posteriormente, en la Bienal de Venecia de 1905; gustó tanto que fue adquirida por el Ayuntamiento de la ciudad.

Es una obra muy bella.


 La comida en la barca, 1898
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid



Comiendo uvas, 1898, Museo Sorolla



Cocina de la huerta



Transportando la uva, 1900, Museo de Bellas Artes de Asturias



Encajonando pasas, 1900, Colección privada



Los pimientos, 1903



Segadora asturiana, 1903, Museo Sorolla



Las tres velas. Pescadoras valencianas, 1903, Colección privada



El pescador, 1904, Colección privada



Aldeanos leoneses, 1907


Aldeanos leoneses, pieza de 1907 que se expuso en Londres en 1908 en una muestra realizada en las Grafton Galleries. «Esta obra, llamó poderosamente la atención al magnate americano Archer Milton Huntington, fundador de la The Hispanic Society of América». Esta exhibición sería el punto de inflexión para que Huntington contactara con Sorolla a través de Aureliano de Beruete y Moret, experto coleccionista crítico, así como un gran paisajista. «Huntington quería no sólo adquirir el hermoso trabajo de los aldeanos, sino también organizar una exposición en la propia Institución que él presidía en Nueva York», precisa Miguel Ángel Cordero, director del Batán Museo del Val de San Lorenzo, que ha ido recopilando datos, las huellas dejadas por Joaquín Sorolla en León; el director del Museo del Val, añade que fue de esta manera que se dieron los primeros pasos para que el filántropo norteamericano encargara a Sorolla sus Visiones de España, que hoy son la joya de la Hispanic Society.



Valenciana cogiendo naranjas, 1907



Esperando la pesca, 1908



Castilla. La fiesta del pan, 1913


En 1911, el mecenas y erudito Archer Milton Huntington (1870-1955) hizo a Joaquín Sorolla un encargo muy especial, que ocuparía los últimos años de la vida del artista: la decoración de la biblioteca de la Hispanic Society of America (actualmente el más importante museo de arte español fuera de España), con una serie de paneles que ilustrasen la diversidad geográfica de España.

Huntington había fundado en 1904 la Hispanic Society of America, en Nueva York, con el fin de reunir en ella su importante colección de arte español. El resultado de este encargo, fue la sala que hoy conocemos con el nombre de “Sorolla”, decorada con catorce paneles de gran formato pintados al óleo (ocupan 200 metros cuadrados). Esta serie, que el pintor empezó a esbozar en 1911, quedó concluida en 1919. Durante los ocho años que duró su ejecución, Sorolla viajó por toda España tomando apuntes y pintando. Años de duro trabajo, penosos viajes por todo el país y un esfuerzo físico y emocional que le dejó muy mermado.
Sorolla en esta época es un hombre que, entre los 48 y los 56 años de edad, viaja constantemente y  pinta al aire libre;  sube y baja incontables veces del andamio necesario para alcanzar la altura de los lienzos; soporta tanto el frío del invierno como el rabioso sol del verano valenciano, que, según afirmaba Blasco Ibáñez:

            "todos los años mataba algún trabajador del campo y todavía no ha podido con Sorolla. valeroso soldado de la pintura que, como si fuera una salamandra, se pasa el día entero entre la arena que echa fuego y el cielo que vomita llamas, sin quitasol, porque su sombra podría modificar la visión clara y precisa de la luz y los objetos, sin otro abrigo que la minúscula ala de su sombrero".

Las ausencias se hicieron interminables; Sorolla escribía cada día a Clotilde.

Victor Lorente, nieto del pintor, afirmó que "las cartas de mis abuelos Joaquín Sorolla y Clotilde muestran a dos personas enamoradas y llenas de pasión", y también el dolor de Clotilde cuando tuvo que separarse de su marido, sobre todo, cuando Sorolla tuvo que viajar por toda España para cumplir el encargo de la Hispanic Society de Nueva York y que, pese al desgarro y la soledad que sentía, Clotilde decidió que Sorolla, "más que marido, era pintor". 

Se intercambiaron un total de 601 cartas -escritas entre 1863 y 1923,  casi diariamente, cada vez que se separaban- y repasan una etapa de crecimiento para el artista como hombre y como pintor. En ellas, se aprecia su amor al trabajo y a su familia, y son también una fuente documental muy importante para datar numerosos cuadros.

Otros paneles alusivos a las tradiciones españolas relacionadas con la alimentación:



Cataluña. El pescado, 1915


Extremadura. El mercado, 1917


Ayamonte. La pesca del atún, 1919


Es un panel de casi cinco metros de longitud con una íntima relación entre el paisaje y las figuras de los pescadores. Se suma el rojo de la sangre de los pescados y el conjunto de brochazos grandes, entre los que vuelve a resaltar el brillo del blanco, color tan característico en su obra.

Esta pintura de Sorolla es una genialidad. La escena principal describe el almacenamiento de atunes recién pescados en la almadraba. El momento elegido muestra a tres hombres en el centro, que arrastran un atún gigante para colocarlo ordenadamente
junto a otros trece, que ya reposan alineados en el suelo; en una plataforma inferior, el muelle al que accede la barcaza, hay nuevos atunes de los que se ocupan un grupo de hombres. Amarradas al puerto se encuentran varias barcazas más, mientras otras, un vapor y dos veleros, circulan por el río.

Las diecisiete figuras humanas que aparecen en el cuadro, se mueven en una superficie  con un "fondo" que adquiere un protagonismo semejante al de las personas: el río Guadiana se extiende plácidamente, luminoso, brillante con sus reflejos blancos producidos por el sol en la superficie; encima del río, aparece el cielo, amarillento, como reflejo visual de todo.

El 29 de junio de 1919 comunica, primero a Clotilde y después al rey Alfonso XIII, que ha con­cluido la obra. El monarca, al que ha retratado tantas veces, incluso en cacerías invernales en las que ambos chapoteaban en el barro que les llegaba a las rodillas, responde ese mismo día con un telegrama:

                "Sea en­horabuena por haber termina­do su colosal obra, que segura­mente será admirada por las generaciones futuras como la fo­tografía pintada de la España del siglo XX antes del salto hacia arriba que seguramente dare­mos. Un abrazo. Alfonso Rey".



Clotilde y Joaquín en 1923


Sorolla, ya enfermo, acabado como pintor, pero siempre acompañado de la mujer que ama; le cuidó con devoción hasta el final, un hombre - como deja escrito Clotilde en una de sus cartas- tan completamente mío:
             «Mi querido Joaquín. He leído y releído la tuya de hoy que por todas partes rebosa cariño y me hace ser muy dichosa, pues, aunque yo por ti siento el mismo cariño, no por eso deja de asombrarme siempre y hasta algunas veces asustarme el que teniendo yo tan pocos atractivos y valiendo tú tanto por todos conceptos, sientas por mí esa pasión y seas un hombre tan completamente mío».

Y como le escribió Sorolla:

"Ya te he contado mi vida de hoy, es monótona, pero qué hacerle, siempre te digo lo mismo, pintar y amarte, eso es todo. ¿Te parece poco?".

De los cuarenta años que separan al estudiante del enfermo hemi­pléjico e incapacitado para pin­tar, veinte pertenecen a su producción de madurez; se cuentan más de 4.000 obras en su trayectoria artística, y lo convierten en uno de los grandes maestros de la historia del arte español. .

Joaquín Sorolla, el pintor de la luz, decía: "Yo pinto siempre con los ojos".

No cabe ninguna duda.






12 comentarios:

Clarissa Rodriguez dijo...

Qué hermoso tu trabajo, Rosita.
Sorolla, un pintor extraordinario, muy reconocible. Me ha encantado conocer un poco más de su vida, su arte y su pasión por la vida.
La elección de las pinturas, todas bellísimas.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo!

Trini Altea dijo...

Te felicito muy buen trabajo.

Rosa dijo...

Muchas gracias, Clarissa.
Es verdad, es un pintor extraordinario e incansable trabajador.
¡¡¡Besos!!!

Rosa dijo...

Muchas gracias, Trini, por tu visita.
Un beso.

Anyol Blog dijo...

HOla, la verdad es que Sorolla no necesita presentacion.
Me quedo como seguidora.
Te invito a pasarte por el mio.
http://anyolcocina.blogspot.com.es

Rosa dijo...

Gracias, Anyol.
Encantada de conocerte.
Un beso.

Ars Vitae dijo...

Rosa, felicidades por esta entrada tan bien trabajada. ¡Ha sido un disfrute! Tengo debilidad por Sorolla, y me ha encantado todo lo que has escrito y las imágenes elegidas.
Realmente, Clotilde fue su gran Pilar, y me encantan los cuadros en los que aparece ella.

El Museo Sorolla es uno de los mis rincones favoritos de Madrid. Me encanta el toque granadino de la casa. Es muy parecida a alguna casa en la que he vivido en Granada. Me trae muy buenos recuerdos, y es como un oasis en Madrid.

En fin, que ha sido un placer esta entrada. ¡Un millón de gracias, amiga!

Esperanza dijo...

Me gusta Sorolla. Gracias por poner tantas fotos de sus cuadros. Besines.

Rosa dijo...

Me alegra mucho lo que dices, ¡qué bien haber vivido en una casa parecida!, es una preciosidad.
Gracias por tu visita y tu amable comentario. A mí también me encanta Sorolla.
Un beso, amiga.
PD: en la siguiente entrada viene un vídeo precioso sobre Sorolla, ¡no te lo pierdas!, creo que te va a sonar...

Rosa dijo...

Muchas gracias a ti, Gloria.
Un beso.

Inocencia Montes dijo...

Un recorrido delicioso, y un montaje y desarrollo excelente Rosa.
Es siempre un placer aprender tanto contigo. Un beso enorme.

Rosa dijo...

Muchas gracias por tu visita y por tu amabilidad.
Me alegro mucho de que te guste.
Un beso fuerte.

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