Vu Cong Dien
Todos los meses recibo en mi casa la Revista El Santo, una publicación de pequeño formato realizada por la Orden de los Frailes Menores Capuchinos y que trata con claridad y solidez todos los temas religiosos, culturales y sociales, con un enfoque cristiano. La Revista no tiene otros fondos más que los que provienen de sus suscriptores y hace mucho bien en todos los hogares.
En la entrega correspondiente al mes de marzo (nº 784), leí este artículo, El fuego de la fe, que me gustaría compartir.
Comienza así:
"Para saber si uno cree en Dios, yo le preguntaría si cree en la verdad. Como la verdad, la fe se manifiesta, se impone en el calor de la palabra".
(Balmes)
Una cosa es conocer nuestro Credo cristiano y otra es conocer por experiencia a Cristo. Quien no tiene experiencia de Cristo no es creyente en profundidad.
La fe es más que un mero conocer teórico. El teólogo canadiense B. Lonergan ha subrayado que "creer es estar enamorado de Dios", y manifestarlo. Los místicos de todos los tiempos han accedido a Dios a través del amor. Para san Francisco de Asís, uno de los grandes místicos de la historia, "la suprema aspiración era imitar con toda perfección...y fervor de corazón, los pasos y doctrina de Jesucristo" (1 Cel 84). El alma de san Francisco era un maravilloso fuego de amor.
Continúa con este relato:
El sacerdote y el actor
Al final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Después de acabar la actuación, se ofreció a que le pidieran una última escena. Un tímido sacerdote preguntó al actor si conocía el salmo 22. El actor respondió: "Sí, lo conozco, pero estoy dispuesto a recitarlo solo con una condición: que después lo recite usted".
El sacerdote se sintió incómodo, pero accedió. El actor hizo una bellísima interpretación con una dicción perfecta: "El Señor es mi pastor, nada me falta..." Al final, los huéspedes aplaudieron vivamente.
Llegó el turno al sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del salmo. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y el inicio de lágrimas de algún rostro. El actor se mantuvo en silencio unos instantes, después se levantó y dijo: "Señoras y señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche: yo conocía el salmo, pero este hombre conoce al Pastor".
Este bello relato lo muestra Mª José Arana en su libro Dios expone parábolas a los hombres...en él vemos una fe que va más allá de la proclamación de un credo. Es una fe amorosa. Es una fe grande en Cristo. Es una fe que desborda amor y por eso precisamente es más fe. Es la auténtica fe, la fe de tantas almas sencillas, anónimas de todos los tiempos, también del nuestro.
Fr. Jesús Lucas Rodríguez García
Dedicado especialmente al blog Un salmo para el Camino por su callado y constante testimonio diario de los salmos. La imagen que encabeza el texto la he tomado de su blog. Siempre nos ofrece pinturas preciosas.
Gracias, Clarissa.
6 comentarios:
¡Qué bonito! Sin palabras...
Gracias por darnos a conocer ese blog, tiene buena pinta.
Gracias a ti, amiga.
Un beso.
Muchas gracias Rosita.
La historia del sacerdote y el actor es bellísima!
Me ha emocionado.
Me siento muy honrada por la dedicatoria; tus palabras son muy generosas y llenas de cariño. Muchas gracias.
Gracias a ti, Clarissa.
Un beso.
(San google... por favor, por favor)
Una reflexión escepcional Rosa. Se puede estar o no de acuerdo, se puede necesitar creer más en algunos momentos de la vida, pero lo que es indudable es la belleza de las enseñanzas. Un beso que espero llegue esta vez...
Sí, parece que ¡por fin! nos deja comunicarnos.
Gracias por venir.
Un beso, esta vez seguro.
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