miércoles, 25 de septiembre de 2024

Lectura de Virgilio




Dean Cornwell



Sentado en mi terraza yo leía
la Eneida, el corazón prendido
en su belleza recia y broncínea.
De pronto sucedió uno de esos momentos
cuya plenitud sensual es el lazo más hondo
con el misterio que acaso somos.
Leía el libro VIII, cuando ese verso:
“Devexo interea propior fit vesper Olympo”
Su belleza me arrebató, como una ola
que te toma bañándote y te eleva.
Y de repente, todo, cuanto me envolvía y yo
ya no existíamos sino por esa belleza:
DEVEXO INTEREA PROPIOR FIT VESPER OLYMPO.
Cómo traducir la intensidad de esa curvatura
del cielo por la que asciende
ese lucero de la tarde.
También la tarde del mundo estaba muriendo
en sus últimas ascuas. Y yo sentí
su incendio en mi piel, y los cielos y la tierra
se tiñeron de rojo, como si esa estrella
que desde el libro ascendía sobre el poniente
fuera arañada por las cumbres de oro.

José María Álvarez





* El hipotexto de esta «Lectura de Virgilio» lo encontramos en la Eneida: «Devexo interea propior fit vesper Olympo», «Entre tanto, se alzaba por el inclinado cielo véspero, la estrella de la tarde» (Virgilio, Libro VIII: 280).




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