Al principio pensé que eran de miel,
pues en ellos dormían las abejas.
Pero un día los vi cabrillear
como agua marina: verdeazules.
¿O eran violáceos?
¿O del color del vino
como la mar de Homero?
Acaso relumbraban con el brillo
de un mosto rubio y claro
bajo el sol del otoño
o con el retemblor
de un fuego que ardiera
bajo la mar en calma.
Tan sólo sé que en ellos
había el resplandor
de una alegría fresca y misteriosa.
Tan sólo sé que el mundo
renacía en sus ojos.
Antonio Colinas, de Canciones para una música silente
6 comentarios:
Bello. Un poema precioso que transmite la sutileza de una mirada.
Gracias por compartir estos poemas tan bonitos mi querida Rosa.
Ya estoy de vuelta.
:-)
Besitos de luzzzzzz con cariño y lengüatazos de mi Negrito
Una poesía preciosa.
Besos.
Es para mí, verdad?
Besos.
Sí, cuánto dice la mirada. No engaña.
Gracias, siempre, a ti, por venir.
¡Y me alegra mucho tu regreso! :)
Muchos besos de luz para ti y mi cariño para tu Negrito.
Yo creo que tu mirada debe de ser muy pura y brillante, Toro. Y que renace cada día.
Como corresponde a una gran persona.
Sí, puede ser para ti, y para todos los que lleven esa mirada.
Un beso, Toro. Que tengas un día feliz.
Seguro que llevas esa mirada, mi linda Amapola.
Seguro.
Un beso, linda.
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