martes, 19 de noviembre de 2013
sábado, 16 de noviembre de 2013
Oración por la belleza de una muchacha
Ken Hamilton, Mujer española
Tú le diste esa ardiente simetría
Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!
Dámaso Alonso
sábado, 9 de noviembre de 2013
Canción de amor
Augustin Zwiller (detalle)
El amor vale, Teodoro, si para esta vida y para la otra nos hace mejores. Y si no no es verdadero amor.
Rafael Sánchez Mazas, Rosa Krüger
Deliciosa canción de Reynaldo Hahn, L’enamourée (La enamorada) de 1892. El texto de esta canción pertenece a Théodore de Banville. Es una verdadera poesía de amor.
Ils se disent, ma colombe,
que tu rêves, morte encore,
sous la pierre d'une tombe:
mais pour l'âme qui t'adore
tu t'éveilles ranimée,
ô pensive bien-aimée!
Par les blanches nuits d'étoiles,
dans la brise qui murmure,
je caresse tes longs voiles,
ta mouvante chevelure,
et tes ailes demi-closes
qui voltigent sur les roses.
Ô délices! je respire
tes divines tresses blondes;
ta voix pure, cette lyre
suit la vague sur les ondes,
et, suave, les effleure,
comme un cygne qui se pleure!
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Dicen, paloma mía,
que sigues soñando, muerta,
bajo la piedra de una tumba.
Para el alma que te adora
te despiertas reanimada,
¡oh pensativa amada mía!
En las blancas noches estrelladas,
en la brisa que murmura,
acaricio tus largos velos,
tu ondulante cabellera,
y tus alas semicerradas
que revolotean sobre las rosas.
¡Oh delicia! respiro
tus divinas trenzas rubias;
tu voz pura, esa lira,
sigue la ola sobre las ondas,
y, suavemente, las roza
como un cisne que se lamenta.
que sigues soñando, muerta,
bajo la piedra de una tumba.
Para el alma que te adora
te despiertas reanimada,
¡oh pensativa amada mía!
En las blancas noches estrelladas,
en la brisa que murmura,
acaricio tus largos velos,
tu ondulante cabellera,
y tus alas semicerradas
que revolotean sobre las rosas.
¡Oh delicia! respiro
tus divinas trenzas rubias;
tu voz pura, esa lira,
sigue la ola sobre las ondas,
y, suavemente, las roza
como un cisne que se lamenta.
Théodore de Banville
lunes, 4 de noviembre de 2013
Otoño
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caída clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua fría ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez, Sonetos espirituales
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Juan Ramón Jiménez, Sonetos espirituales
sábado, 2 de noviembre de 2013
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