Fue el pueblo mexicano Olmeca (1500 a 400 aC) quien comenzó a elaborar el chocolate en forma de bebida mediante la molienda de las semillas del árbol del cacao, mezcladas al agua y adornadas de especias, guindillas y de hierbas. Pero veremos que España tuvo mucho que ver en la introducción del chocolate en el resto del mundo.
Más tarde, los mayas y aztecas valoraron tanto las semillas de cacao por sus cualidades nutritivas que las convirtieron en moneda. Para ellos, el cacao se trataba de un regalo de los dioses. Perfeccionaron la preparación del chocolate. Las semillas eran primero tostadas y luego trituradas para hacer una pasta que después se mezclaba con agua. Esta mezcla se calentaba hasta que la manteca o grasa del cacao subía a la superficie. Se le quitaba la espuma y luego se volvía a mezclar con la bebida y se batía y se especiaba para tomar en frío. El chocolate gustaba por ser una bebida sumamente energética pero también muy amarga y picante.
Ya en el siglo XVI, gracias a la expedición de Cristóbal Colón a América, los navegantes europeos fueron obsequiados con el chocolate, que entonces no gustó mucho precisamente por ese sabor amargo y picantón. De hecho, la conquista del chocolate por los europeos tuvo lugar en 1519, con la llegada de Hernán Cortés a México. Los aztecas pensaron que Cortés era la reencarnación del Dios y el emperador Moctezuma le ofreció chocolate en un vaso de oro. El conquistador español pronto se dio cuenta del valor nutritivo de esta bebida ya que que permitía a sus soldados resistir todo el día sin tomar ningún otro alimento. El alimento de los dioses de la mitología azteca aparece por primera vez referido en nuestra cultura, en una carta de Hernán Cortés ( 30-10-1520 ) que dice así:
“es una fruta como almendras, que ellos venden molida, y tienen en tanto que se trata por moneda en toda la tierra y con ella se compran todas las cosas necesarias en los mercados y otras partes”
Se cuenta que junto a Hernán Cortés viajaba Fray Aguilar, de la Orden del Cister, el cual hizo llegar el cacao al Abad Antonio de Álvaro, que residía en el Monasterio de Piedra de Zaragoza, donde de esta forma se elaboró el chocolate por primera vez en Europa.
Cuando en Francia se instituyó la Orden de Trapa, rama de la cisterciense, el chocolate continuó su difusión entre la Iglesia europea, como se puede comprobar a través de las distintas chocolaterías de los monasterios europeos como el de Poblet.
Pero no sólo el poder eclesiástico se apuntó a la moda del chocolate. La corte también se apuntó a difundir lo delicioso y nutritivo que era el chocolate, ya que incluso se hizo bebida oficial de la Casa Real francesa a través de la boda de la infanta española María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, con Luis XIV, hecho que también sirvió en la extensión del chocolate desde Francia hacia el resto de Europa.
Durante el siglo XVII el cacao fue estudiado y difundido a través de diversos tratados y manuales. A finales del siglo ya se podían ver las chocolaterías por las calles de Madrid, París o Londres, en las que el chocolate se endulzaba con miel, azúcar y suaves especias como la vainilla o la canela para adaptarlo al gusto de los europeos y eliminar su amargor y picor.
Un siglo después, el cacao continúa su apogeo comercial. En Norteamérica se fundó la primera fábrica para procesar el cacao y los franceses pusieron de moda los bombones.
A principios del siglo XIX, se empezó la fabricación de las tabletas de chocolate tal y como las conocemos a través de industriales suizos avanzaron en la maquinaria para hacer el chocolate. Entre los empresarios del chocolate más famosos del mundo encontramos a Philiph Suchard, Daniel Peter, Henri Nestlé y Jean Tobler, algunas de cuyas marcas hoy cotinúan vivas.
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