Al principio pensé que eran de miel,
pues en ellos dormían las abejas.
Pero un día los vi cabrillear
como agua marina: verdeazules.
¿O eran violáceos?
¿O del color del vino
como la mar de Homero?
Acaso relumbraban con el brillo
de un mosto rubio y claro
bajo el sol del otoño
o con el retemblor
de un fuego que ardiera
bajo la mar en calma.
Tan sólo sé que en ellos
había el resplandor
de una alegría fresca y misteriosa.
Tan sólo sé que el mundo
renacía en sus ojos.
Antonio Colinas, de Canciones para una música silente
Bello. Un poema precioso que transmite la sutileza de una mirada.
ResponderEliminarGracias por compartir estos poemas tan bonitos mi querida Rosa.
Ya estoy de vuelta.
:-)
Besitos de luzzzzzz con cariño y lengüatazos de mi Negrito
Una poesía preciosa.
ResponderEliminarBesos.
Es para mí, verdad?
ResponderEliminarBesos.
Sí, cuánto dice la mirada. No engaña.
ResponderEliminarGracias, siempre, a ti, por venir.
¡Y me alegra mucho tu regreso! :)
Muchos besos de luz para ti y mi cariño para tu Negrito.
Yo creo que tu mirada debe de ser muy pura y brillante, Toro. Y que renace cada día.
ResponderEliminarComo corresponde a una gran persona.
Sí, puede ser para ti, y para todos los que lleven esa mirada.
Un beso, Toro. Que tengas un día feliz.
Seguro que llevas esa mirada, mi linda Amapola.
ResponderEliminarSeguro.
Un beso, linda.