“Primero quise ser una caja de música. Sin duda alguna me la habían regalado, y me pareció maravilloso que con sólo levantar la tapa se oyese la música, pero sin preguntarle a nadie ya me di cuenta de que yo no podía ser una caja de música, porque esa música, por mucho que a mí me gustara, no era mi música, que yo tendría que ser una caja de música inédita de mi música, la música de mis pasos, de mis acciones, y yo era una niña que no tenía remordimientos y aun sin ellos temía, o sabía, que una caja de música no podía ser.
Pregunté a mi padre quiénes eran los templarios. Recuerdo que me dijo que eran unos caballeros, y yo era una mujer. Y esto se me quedó en el alma gestando porque yo quería ser un caballero y quería no dejar de ser mujer, eso no; yo no quería rechazar, yo quería encontrar y ser fecunda.
¿Qué otra cosa quise ser? Pues quise ser centinela, porque cerca de mi casa se oía llamarse y responderse ‘Centinela alerta’, ‘Alerta está’. Y así yo quería ser un centinela de noche. Y entonces yo volvía a preguntar si las mujeres podían ser soldados solamente para ser centinela. Y mi padre que no, que no podía ser. Y así cuando me di cuenta que no podía ser de hecho nada, encontré el pensamiento, encontré lo que yo llamaba, lo sigo llamando la filosofía”.
María Zambrano escribió estas palabras “A modo de autobiografía”.
Uno de los temas principales de su filosofía es el de la Razón poética, fundamental para la construcción de la persona, que se relaciona estrechamente con el descubrimiento de lo sagrado en nosotros, con la historia y con los sueños. Tratar con la realidad poéticamente es hacerlo en forma de delirio, cuyos estados propios son el temor y la esperanza.
Y ésta es su auténtica revolución filosófica: sólo la síntesis de ambas, poesía (filosofía y religión) y razón, nos situará en el verdadero camino. "Lo que no pasa por el corazón nace muerto", afirmaba.
Su gran amigo, Antonio Machado, intuyó a tiempo la reconciliación entre poesía y filosofía: “Los poetas cantarán su asombro por las grandes hazañas metafísicas, mientras que los filósofos arribarán a una metafísica fundada en el tiempo, algo en verdad poemático más que filosófico”. Además, lo contempló de manera poética, en el siguiente poema:
Dice la razón: Busquemos
la verdad.
Y el corazón: Vanidad
la verdad ya la tenemos.
La razón: ¡ Ay, quién alcanza
la verdad!
El corazón: Vanidad.
la verdad es la esperanza.
Dice la razón: Tú mientes.
Y contesta el corazón:
Quien miente eres tú, razón,
que dices lo que no sientes.
La razón: Jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: Lo veremos.
Las huellas del pensamiento místico en María Zambrano son numerosas. La filósofa desarrolló de manera continua una crítica a la filosofía occidental racionalista. Muchas veces expresó su convicción de que la búsqueda de conocimiento basada sólo en la razón y la reducción del ser humano a un ser únicamente racional y consciente han negado importantes cuestiones del ser humano, a saber, aquellos elementos de la condición humana no aprehensibles por la cognición.
Su preocupación por la condición de la mujer queda reflejada en cartas a su amado: "Y la mujer es (...) lo que el hombre quiere que sean las mujeres, lo que os ha gustado en ellas! Esta tarde lo veía claro mientras proyectaban una película imbécil ... No es más que la carne, el puro instinto lo que acerca en todos los casos el hombre a la mujer ¡Qué pena!", escribe.
Una joven que ya lo tenía claro desde muy jovencita: "Mujer sí, tu señora, nunca".